Ha pasado más de año des del inicio de la pandemia. Conocemos más o menos bien el cuadro de la enfermedad aguda, pero quedan muchas incertidumbres. Algunos casos el COVID 19 se prolonga en el tiempo, en forma un periodo post agudo o de convalecencia, lo llamamos «long COVID«, COVID prolongado o persistente en castellano.
El COVID 19 es aparentemente una infección respiratoria, aunque puede haber también afectación de otros órganos. En la mayoría de los casos es una infección leve o moderada, en que el paciente sana en un breve periodo de tiempo. En alrededor del 10 % de casos la enfermedad perdura más de 3 semanas, en el 4,5% persiste algún síntoma tras 8 semanas y solo 2,3 más de 12 semanas1. Aunque este porcentaje sea bajo, el número de afectados es importante debido a la alta incidencia en el periodo de epidemia.
El COVID persistente no solo ocurre en los casos graves que han estado hospitalizados, lo pueden sufrir los que han pasado la enfermedad en casa. Hay casos en que la recuperación es muy lenta o queda detenida, y otros en que fluctúa o hay retorno de síntomas cíclicamente. De momento no existe tratamiento farmacológico específico para esta etapa de la enfermedad, más allá de un tratamiento sintomático con analgésicos, antiinflamatorios o algunos fármacos moduladores del dolor.
Las convalecencias o periodos postagudos no son exclusivas del COVID 19, los encontramos en múltiples procesos y enfermedades: infecciones, bacterianas o víricas como la gripe o la mononucleosis, accidentes, traumatismos, hasta en enfermedades tan variadas como una diarrea prolongada o una hemorragia copiosa. También en algunos tratamientos como quimioterapia o una cirugía. En general los síntomas más frecuentes de un periodo de convalecencia son fatiga, dolores musculares debilidad, agotamiento rápido, cansancio y ahogo. Dependiendo de la causa y el tropismo de la enfermedad que la produce pueden variar algunos o aparecer síntomas más específicos.
En el caso particular del COVID persistente podemos observar gran variedad de síntomas y de muy diferentes intensidades. El tropismo más importante de la infección son las vías respiratorias, con tos, dolores en el pecho, congestión y anosmia (pérdida de olfato). Diferentes estudios muestran que tras 8 semanas de proceso, los síntomas que persisten son por orden de frecuencia son: fatiga, ahogo o disnea, artralgias y mialgias, dolor en el tórax, tos, anosmia, sequedad de mucosas.2 De todas formas las consultas más frecuentes son las relacionadas con la debilidad y el agostamiento tras mínimos esfuerzos que son los más invalidantes y que no permiten la vuelta a la vida activa.
En la mayoría de los casos de COVID también encontramos síntomas en otras esferas. Destacar a nivel mental, alteraciones a cognitivas como falta de concentración, embotamiento, fallos de memoria, olvidos, errores, intolerancia al esfuerzo mental. O gastrointestinal, molestias abdominales y diarreas prolongadas.
Cuando la recuperación de una enfermedad no se produce en el tiempo esperado, suelen aparecer trastornos del estado de ánimo. Ansiedad, tristeza, pena, mal humor, llanto, labilidad o hipersensibilidad acompañan al cuadro físico. En el caso del COVID especialmente más, por el confinamiento o aislamiento que sufren los enfermos y las connotaciones sociales que conlleva.
El COVID prolongado es una enfermedad compleja y muy debilitante que puede requerir largo tiempo de recuperación. Algunos pacientes pueden pasar meses con síntomas, incluso en algunos perdurar más aún.
Esta nota está ligada a la siguiente que sobre el abordaje médico homeopático del COVID persistente.
1.- Greenhalgh T, et al. BMJ 2020;370:m30261. PMID: 327841981 y Ladds E, et al. medRxiv 2020. doi: https://doi.org/10.1101/2020.10.13.202118542
2.- Guia pràctica clínica CAMFIC, Manifestacions persistents de la COVID 19